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Poblenou

Congreso ESRI: las supermanzanas de Barcelona brillan como nunca

El Congreso anual de ESRI es siempre un buen lugar para escuchar interesantes proyectos urbanos. En esta ocasión os tratemos uno de los que se presentaron en la última edición de esta convocatoria, concretamente el proyecto supermanzanas del Ayuntamiento de Barcelona.

 

 

El proyecto de las supermanzanas, un producto autóctono de la ciudad de Barcelona que en la ciudad condal se conoce como “superilles” (superislas, en castellano), no es sólo una cuestión ambiental, de pacificación del tráfico para mejorar la calidad del aire. El plan, que aglutina en grandes células urbanas independientes hasta nueve cuadras (o manzanas), atiende ahora también a problemas sociales. Así lo demuestra el proyecto de “supermanzanas sociales” que el Ayuntamiento de Barcelona puso en marcha en 2017 y que presentó en la conferencia de ESRI celebrada en Madrid a finales de octubre.

Según explicó uno de los responsables del proyecto, el técnico en el departamento de Investigación del Área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona, Ramón Pablo Malagrida, la administración identificó dos problemas que afectaban a la calidad del servicio de atención domiciliaria (SAD) en la ciudad. Uno era el envejecimiento de la población barcelonesa y, otro, las malas condiciones laborales de los empleados y empleadas, que se traducían en altos índices de absentismo laboral.

En 2016, aseguró este experto, hasta 375.000 personas tenían más de 65 años. Como consecuencia de este aumento, los servicios relacionados con los cuidados a mayores eran cada vez más demandados. En paralelo, los empleados que asistían a estos usuarios tenían que recorrer largas distancias y sus jornadas de trabajo, a veces más cortas de lo que deberían, no compensaban los desplazamientos, en los que perdían mucho tiempo.

El Ayuntamiento vio en las supermanzanas una oportunidad para rediseñar el sistema y atajar ambos problemas pues estas áreas urbanas, que son independientes unas de otras, se prestan a una gestión interna de los servicios, limitándolos a un espacio determinado y, así, optimizando los movimientos.

Así, en 2017 el gobierno local puso en marcha un plan que pretendía ofrecer un cuidado “más comunitario” y de mayor proximidad mediante la distribución del personal en las nuevas supermanzanas sociales. Los primeros pilotos se llevaron a cabo en los barrios de Sant Antoni, La Marina del Port, Vilapicina y Torre Llobeta y Poblenou. Consistía en que sólo operaran dentro de cada superilla entre ocho y doce profesionales, que atenderían a entre cuarenta y sesenta personas usuarias del SAD.

De esta manera no sólo se ofrece un servicio de mayor calidad y personalizado sino que mejoran las condiciones laborales de los profesionales, pues ahora los trabajadores de cada grupo se pueden repartir los turnos, lo que les permite aumentar sus jornadas de trabajo y no perder tiempo en desplazamientos.

Entre los pilotos de supermanzanas sociales, que este año se ampliaron a ocho, de las zonas más vulnerables es Poblenou, un barrio que combina un índice bajo de ingresos y una alta demanda del SAD. Desde la puesta en marcha del proyecto, el número de personas usuarias y empleadas de este servicio se ha duplicado. Hoy son 93 profesionales que atienden a 534 personas.

La idea de fondo es, en palabras de Pablo Magrida, “concebir la supermanzana social como una residencia virtual distribuida”. Este especialista recalcó además que el del SAD es sólo un ejemplo de cómo la supermanzana puede dar respuesta a un desafío social, mientras que este sistema puede ayudar también a la escolarización o la “emergencia habitacional”.

En Barcelona, afirmó Pablo Magrida, ha surgido un fenómeno reciente fruto de la precariedad y del alza en los precios de los alquileres: son nuevas formas de convivencia irregulares que consisten en el alquiler de habitaciones individuales pero sin derecho a cocina, a lavadora y a otros espacios comunes propios de un hogar. Así, el Ayuntamiento ha localizado aquellas viviendas de alta ocupación —entre 3 y 15 miembros— y, al tiempo que trata de acabar con este tipo de alquileres, intenta ubicar en esas zonas los equipamientos de los que estas personas no disponen en sus hogares: cocina, servicio de lavandería, etcétera (Foto: Agencia de Ecología Urbana de Barcelona).

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