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Juan Herreros, el trabajo colectivo, colaborativo y democrático

Trabajo colectivo, colaborativo y democrático. Con este triple compromiso el arquitecto Juan Herreros, socio fundador de estudioHerreros, expresa no sólo su forma de mirar el mundo que transforma a través de sus proyectos, sino también una vocación de solidaridad que considera imprescindible para dar las respuestas necesarias, especialmente cuando hablamos de cambiar la ciudad cosiendo fracturas, encarando la desigualdad y abriendo nuevos espacios públicos para todos desde las mismas entrañas de los edificios. Aquí os dejamos la entrevista con Juan Herreros que publicamos en el número 53 de la edición de papel de nuestra revista.

El estudio, según reza vuestra propia descripción, se basa en un modelo de trabajo colectivo, colaborativo y democrático. ¿Son precisamente estos valores los que queréis inyectar en las ciudades con vuestros proyectos?

 Creo que son tres ecuaciones insoslayables para negociar un mundo lleno de contradicciones y visualizar un futuro posible en el que la solidaridad será sin duda la clave de muchos avances necesarios.

Desde el punto de vista de nuestros proyectos siempre nos preguntamos cuál es la arquitectura o el diseño urbano que responde a esas ambiciones, pues no basta con enunciarlas, hay que diseñarlas y a través del proyecto transformarlas en una realidad física tangible y evaluable. Y ese proyecto solo puede ser colectivo con la participación de muchas disciplinas y agentes diversos, especialmente cuando se trata de diseñar la ciudad.

 Nos llaman especialmente la atención vuestros trabajos urbanos en ciudades latinoamericanas ¿Qué retos presentan estas ciudades y su regeneración, teniendo en cuenta sus profundas desigualdades sociales y fracturas físicas? 

Latinoamérica es un laboratorio de experimentación para el diseño urbano de una riqueza inagotable por lo extremo de sus fenómenos urbanos. La diversidad social con sus enormes desigualdades, las recurrentes crisis económicas entrelazadas con repuntes cíclicos de las economías, la dimensión de las grandes ciudades y el enorme talento que las habita nos impulsan a buscar oportunidades en ese contexto convulso y emocionante.

Por otro lado, para bien y para mal, la ciudad latinoamericana está menos regulada que la europea y, aunque esos vacíos legales promueven ciertos abusos, también es cierto que permiten operar desde la novedad y la investigación para plantear nuevas estructuras urbanas, invenciones tipológicas, integraciones de sectores inconexos y otros asuntos que están en la raíz de nuestra disciplina y que nos alejan de la comodidad y la abundancia del primer mundo. 

Quizás el proyecto latinoamericano que mejor represente el compromiso social de vuestro trabajo sea el ecosistema de Parques litorales de Panamá City. ¿Está cumpliendo su función de costura urbana e integración?

Es increíble la forma en la que la ciudadanía ha tomado ese espacio público generando una fusión de todos los barrios del litoral, desde los más humildes a los más opulentos, fusionándolos en una fricción lineal de miles de personas que lo recorren, se encuentran e intercambian información a diario.

Los niños que usan el skate park sin atender a sus diferencias sociales o las mujeres que corren al atardecer por la costa después de creer durante décadas que era una práctica que les estaba vedada, es consecuencia de un proyecto intencionado.

Cuando iniciábamos el trabajo, preguntamos a los líderes sociales del barrio más duro de la ciudad qué necesitaban y nos respondieron que ‘espacio’, y nos dispusimos a convertir esa plataforma árida y llena de carreteras en un fragmento de ciudad democrático y equipado a través del diseño.

Si hemos tenido algo que ver en la agitación que se vive allí a la salida del colegio o en los fines de semana, es como para estar convencidos de que la arquitectura y el diseño urbano tienen mucho que hacer por las personas.

Resulta interesante vuestro trabajo en dotaciones culturales. La nueva sede del Museo MALBA de Buenos Aires en el municipio de Escobar, al norte de la provincia, tiene un componente de descentralización.  ¿Necesitan las ciudades ‘descongestionar’ sus centros urbanos?

El MALBA de Escobar responde con arquitectura a un pedido muy sensible: sacar el arte contemporáneo más radical de los centros elitistas para acercarlo a comunidades que no tienen acceso a la cultura de vanguardia y, de paso, fomentar el interés por el ecosistema de los lagos en un entorno que ha sido puesto en crisis por la intervención humana.

Ante este territorio y sus habitantes, era imposible plantear un ‘edificio’ con reminiscencias urbanas ortodoxamente delimitado, jerarquizado, con un recorrido bien encadenado, incluso era inadecuada la idea que tenemos de museo para un enclave que quiere ser más un lugar de estancia aleatoria que de visita ordenada.

Por eso Malba Puertos es una construcción transparente, porosa, democrática, que diluye sus límites, en la que se mezcla la exhibición con el aprendizaje, el trabajo de archivo con las culturas indígenas, el interior con el exterior hasta que, por no tener, no tiene ni puerta principal.

Por supuesto que hay que descongestionar la cultura sacándola de los centros urbanos y olvidarse de los récords de visitantes, pero hay que reflexionar sobre la arquitectura que debe acompañar a esa conquista del territorio, porque no podemos diseñar el mismo museo en el centro que en la periferia ni conformarnos con hacer guiños al paisaje o usar una materialidad no-urbana para justificar nuestro compromiso.

Hay que centrarse en lo que queremos que allí ocurra y desarrollar una empatía máxima cero paternalista con unos usuarios que no tienen formación previa ni han sido invitados al festival de la alta cultura. Y es que la arquitectura puede hacerlo con más fuerza que las normas, los manifiestos y las buenas intenciones.

¿Puede ser esta expansión territorial del potencial cultural una manera de combatir la gentrificación que sufren los centros urbanos?

La gentrificación tiene un límite a partir del cual es devastadora y todos compartimos la preocupación de que no respete ningún barrio ni paisaje. En cierto modo, cuando ha agotado la capacidad de un entorno, emigra a otro. Fíjate en Nueva York: la gentrificación tomó Brooklyn, luego Long Island City, ahora Harlem y los promotores ya están haciendo compras masivas en el Bronx.

No tengo idea de cómo combatir ese exceso de poder, pero debe haber alguna forma de ponerle un límite, porque las personas se ven sistemáticamente expulsadas de sus entornos históricos desarraigándose sin remedio.

Por plantear algo arriesgado, casi diría que prefiero los centros urbanos gentrificados, que no dejan de ser estructuras fuertes y resistentes, que extender esa gentrificación a los enclaves más frágiles para ‘repartir’ la presión en todo el territorio, salvo que estemos seguros de que gracias a la gentrificación suave podemos inyectar vitalidad a enclaves que no terminan de despegar.

Y hago este comentario porque estoy convencido de que la gentrificación se ha convertido en una cuestión de planificación y diseño que no puede abandonarse a los impulsos desordenados de un mercado insensible. Para ello necesitamos normativas y políticos creativos y valientes, que confíen en la arquitectura para equilibrar el territorio y romper ciertas desigualdades que lastran el futuro de las personas que viven en contextos limitados en cuanto a sus posibilidades de progreso, pero sobre todo debemos tratarlo como una cuestión disciplinar urgente en la que concurren muchos conocimientos que deben trabajar conjuntamente.

El Museo Munch que diseñó tu estudio ya es parte de la iconografía de la ciudad de Oslo, pero ¿qué opinas del conjunto del nuevo barrio donde se ubica junto al edificio de la Ópera y la Biblioteca Deichman Bjorvika? ¿Se relaciona bien con el casco central y su actual proceso de rehabilitación?

Oslo es una ciudad relativamente pequeña, por lo que no se puede decir que haya aislamientos notables de unos barrios respecto de otros salvo los generados por la topografía y el río.

No obstante, la claridad del pensamiento urbano que supone retirar el puerto para crear una gran infraestructura relacional a la cota del agua conectando todos los barrios de la ciudad es algo brillante, no sólo porque es una propuesta urbana que ha demostrado su condición visionaria, sino también porque generó un increíble espíritu colectivo sobre el modelo de ciudad que se deseaba construir.

A pesar de las controversias que acompañaron al desarrollo del proyecto urbano de Bjorvika propias de una sociedad con profundo espíritu participativo, principalmente la acumulación de grandes instituciones culturales en un solo barrio y la preponderancia de viviendas de precio elevado, el resultado es modélico y la riqueza democrática del plano del suelo con sus playas artificiales, las saunas flotantes y los restaurantes de todos los precios demuestra que es posible diseñar una ciudad para todos independientemente de lo que ocurra a partir del segundo piso.

¿El hecho de que la mayoría del espacio del Museo Munch sean lugares abiertos a modo de plaza pública es una demostración de cómo un edificio puede ‘crear ciudad’ abriéndose a las personas y rompiendo la brecha entre lo privado y lo de todos?

Todos los espacios interiores del Munch no sujetos a la funcionalidad de los usos propios del museo proponen una penetración de la ciudad en el edificio. El vestíbulo, el departamento educativo, la biblioteca, el auditorio y el cine, los restaurantes o las azoteas acumulan urbanidad y forman parte del sistema de ocio -y cultura- cotidiano de la ciudad. Nos obsesionaba que su uso no estuviera vinculado a la visita del museo.

Complementariamente, el exterior, resultado del suelo liberado por la disposición en altura del programa, no pretende ser el jardín de un museo. De hecho, no tiene límites y con el tiempo se ha convertido en la playa que proponíamos en el concurso. Nos encanta la idea de tomar el sol a pocos metros del Munch, pasar por debajo en canoa o bañarse en el fiordo después de una sauna desacralizando el elitismo de los grandes museos e intensificando su presencia como pieza crucial de la historia de la cultura noruega.

Las estadísticas recogidas por el departamento de Comunicación del museo demuestran que son muy numerosas las persona cuya visita al Munch es la primera que hacen a un gran museo, quizás porque sus accesos, vestíbulo y sistema de circulación hablan un lenguaje conocido alejado de la solemnidad de tantos museos que se siguen construyendo.

El proyecto del Barrio Avanzado Vinival, entre Alboraya y Valencia propone como eje estructurante la regeneración del edificio existente de unas antiguas bodegas. En su enfoque habláis de diversidad y sostenibilidad, pero ¿en qué se traduce esto y de qué manera las renovadas bodegas serán la savia social del barrio?

Desde el principio entendimos Vinival como un caso perfecto para explorar nuevas formas de desarrollar la ciudad alejadas de los estereotipos del urbanismo de calles, manzanas y parcelas.

Nuestra intención ha sido siempre crear un soporte paisajístico y una volumetría que dotaran al barrio de una identidad capaz de construir un orgullo de pertenencia y una oferta de servicios que desborde sus límites para beneficiar a un entorno pobre en equipamientos y oferta comercial.

La preponderancia del recorrido peatonal mediante el centrifugado de los coches a los bordes, la profusión de usos asociados al trabajo, los servicios y el comercio en las plantas bajas, la insistencia en el uso de la bicicleta y el transporte público, y tantos otros ingredientes del proyecto han sido desplegados con la convicción de que otra ciudad es posible.

En este contexto, es un regalo disponer de un edificio tan curioso como el de las bodegas que, una vez recuperado, se convertirá en el centro de gravedad del barrio, pero también en el símbolo de su historia y sus tradiciones entre la huerta y el mar.

La conclusión es que a veces nos ahogamos en discusiones sobre estructura urbana, densidad de población o altura de las edificaciones que son ciegas respecto de las posibilidades que ofrece la liberación del suelo, la verdadera cultura ecológica, o de lo que se puede lograr con una cierta masa crítica de población acompañada de una diversidad de programas lo suficientemente rica.

Por otro lado, sentimos que Vinival se inscribe en una familia de proyectos novedosos que se vienen desarrollando en Europa desde hace años y que son muy difíciles de promover en España por un miedo infundado a la novedad que afortunadamente ya está remitiendo.

Los principales crecimientos urbanos han girado hacia Asia y África ¿Cómo se inculcan los principios de sostenibilidad ambiental y social en sus nuevos desarrollos? ¿La Agenda Urbana y la necesidad de planificación está calando en estas ciudades?

Como en el caso de Latinoamérica, en esos países nos encontramos con dimensiones desbordantes muy difíciles de manejar desde el proyecto con el agravante de que no tienen una tradición arquitectónica de la pujanza que encuentras en Brasil o México con la que neutralizar la importación irreflexiva de modelos ajenos.

Hago este comentario porque, si bien por un lado se observa un empeño en lograr a marchas forzadas una puesta al día de las agendas que atraviesan el Planeta, por otro parece que la clave estará en la cantidad de ‘occidentalización’ que tomen esas ciudades en lugar de desarrollar una arquitectura propia adaptada a sus climas, materias primas y culturas urbanas y domésticas que no deriven en una nueva colonización poco deseable. 

¿Qué opinas sobre proyectos urbanos un tanto polémicos como The Line en Arabia Saudí y Eko Atlantic City en Lagos, Nigeria?

Solo puedo decir que, aunque los problemas del Planeta sean de escalas desconocidas hasta hoy, es muy dudoso que su solución se base en proyectos desmesurados.

¿En qué medida integráis la adaptación al cambio climático en vuestros proyectos de urbanismo y arquitectura?

Hay que ser conscientes de que ya habitamos otro Planeta diferente del que suscitó hace 50 años el informe del Club de Roma. Por un lado, tenemos que adaptar nuestra arquitectura a esta realidad mediante el reciclaje, la descarbonización y las reducciones de las demandas de energía y agua, evitando derribos y trabajando en la medida de lo posible sobre lo que ya hemos construido.

Pero eso no debe acompañarse del espejismo de que la solución está en practicar una adaptación permanente a lo que vendrá confiados en que siempre será posible gracias al paralelo desarrollo de la complejidad tecnológica.

En este sentido, es crucial preguntarnos en cada proyecto qué podemos hacer para reducir su presión sobre el medio, para ser menos extractivos, más solidarios con todo lo vivo que nos rodea y, sobre todo, hacer lo menos posible. En nuestro estudio practicamos la simplificación de las complejidades como un manifiesto contra el despilfarro y el exhibicionismo sin renunciar a la arquitectura como disciplina social de alto valor cultural.

¿Qué diagnóstico harías de la evolución en los últimos años de las ciudades españolas, especialmente de las medianas?

Sinceramente creo que no se han desplegado las políticas capaces de explotar el enorme potencial de nuestras ciudades de tamaño medio, por no hablar del mundo rural. En un país de distancias pequeñas y fuertemente estructurado, resulta sorprendente la falta de oportunidades que concurren en una buena parte del territorio si lo comparamos con los de nuestro entorno.

Antes me preguntabas por la descentralización de los equipamientos y por la posibilidad de desplazar una cantidad de la fuerza gentrificadora a otros lugares, algo que parece posible y deseable, pues lo cierto es que queramos o no nuestras ciudades medias que no tienen el privilegio de estar en la costa tienen muy difícil progresar y desde el punto de vista de la planificación estratégica es evidente que no basta con construir museos o incentivar el turismo.

Una buena pista nos la dan las ciudades universitarias como Salamanca o Santiago de Compostela que demuestran lo pertinente que sería descentralizar organismos importantes capaces de construir nuevas identidades para ciudades que se ahogan en la falta de ofertas estimulantes para sus habitantes.

(Entrevista publicada en el número 53 de la edición en papel de la revista Ciudad Sostenible).

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