Texto: Leire Iriarte
¿Quién es la persona valiente que tiene 5 minutos para leer algo por el mero placer de informarse? La respuesta es fácil, casi nadie. El tiempo, entendido como ese bien que se escurre en el reloj de nuestras muñecas ha sido identificado como el factor más limitante para practicar un consumo más consciente, según un reciente estudio realizado desde la plataforma ConSuma Consciencia (www.consumaconsciencia.org).
No son ni el dinero ni la falta de información las causas que separan nuestra sensibilidad para con los desafíos ambientales y sociales de nuestra satisfacción con nuestra contribución para paliarlos, sino que es el tiempo (estos resultados son parte del estudio “Satisfacción con nuestra contribución al Bien Común”, disponibles en: http://consumaconsciencia.org/node/2594).
Sostenibilidad versus publicidad
Hay tomos y tomos escritos sobre la necesidad de reconducir nuestro modelo de consumo. Incluso uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se dedica expresamente a este desafío; en concreto el número 12, bajo el título “Producción y consumo sostenibles”. No obstante, mientras que se pide a la ciudadanía que contribuya a un modelo de consumo más sostenible, se nos sigue bombardeando para que consumamos. A nivel internacional gastamos mucho más dinero en publicidad (más de 500 billones de dólares americanos en 2015) que en Ayuda Oficial al Desarrollo: 143 billones de dólares americanos en 2016 por parte de los países miembros del Comité de Asistencia de Desarrollo de la OCDE (ver el ensayo “Transitando la Matrix: Construyendo el cambio que queremos ver en el mundo” para todas las referencias y una discusión más profunda (www.transitandonos.org).
Con estos datos por delante, es fácil intuir que algo no cuadra: por un lado se nos pide que reduzcamos nuestro consumo y tengamos en cuenta las externalidades (ambientales y sociales bien sabidas) de nuestro modelo y, por el otro, se nos bombardea con publicidad infinita para que adquiramos más productos que no necesitamos para cubrir deseos que no nos van a hacer más felices.
¿Todo es sostenible?
Siguiendo con las paradojas, una palabra que está casi tan de moda como los shows sensacionalistas en el prime time de la tele es la palabra sostenibilidad. Tanto es así que ya tenemos “balas sostenibles”, iguales de eficaces para matar pero que no ensucian el medio ambiente o “explotaciones petrolíferas ambientalmente sostenibles” que deben generar un petróleo que solo emite CO2 “verde”.
Toda esta confusión probablemente se deba a querer legitimar un modelo de consumismo verde que de ninguna manera ponga en entredicho los pilares crecentistas fundamentales del modelo económico actual. ¿Alguien conoce algún ecosistema que solo crezca? La naturaleza no funciona así.
Un concepto del que se habla menos es que el consumo no es solo una herramienta para satisfacer nuestras necesidades, sino una herramienta que nos identifica como personas. Las personas somos sistemas coherentes de proyecciones a distintos niveles: las palabras, los actos, las actitudes y el consumo, entre otros. Nuestra forma de hablar, por ejemplo, manifiesta nuestra forma de pensar. Al igual ocurre con el consumo. Al consumir nos estamos relacionando con el mundo que nos rodea y con ello nos estamos comunicando, expresando quiénes somos, aunque no seamos conscientes de ello. Por eso, es tan importante prestar un poco más de atención a cómo hacemos las cosas ya no solo por todo lo que podemos ganar en nuestra salud y bienestar (que sí), en reducir las externalidades negativas que genera el modelo devorador actual (que también), sino también en conocernos a nosotros mismos como personas. Podemos supeditar nuestras elecciones al precio más bajo, al servicio más cómodo o a la mayor calidad sin preocuparnos de nada más o bien podemos interesarnos por saber qué hay detrás de aquello que estamos adquiriendo para saber si nos identificamos con ello o no.
Existen muchas organizaciones que están trabajando en fomentar que podamos transitar a un consumo más razonable y razonado: desde entidades operando bajo las lógicas de las “Nuevas economías” hasta plataformas online que ofrecen información relevante para facilitar a las personas la toma decisiones.
Destapando verdades
Hoy, por su singularidad, queremos destacar la plataforma ConSuma Consciencia, (www.consumaconsciencia.org), una herramienta online que desnuda a las empresas y ofrece una radiografía de su esencia, más allá de las bondades que cada empresa quiera comunicar sobre sí misma. Esta plataforma presenta información clara, rigurosa, transparente y comparable sobre el desempeño de entidades. Está disponible el proyecto piloto, para el que se han seleccionado 18 empresas (o grupos empresariales) que comercializan electricidad para usos domésticos en España, desde cooperativas locales hasta empresas transnacionales.
La plataforma ha elaborado un ranking de la contribución de las empresas al Bien Común. Las primeras posiciones las ocupan cooperativas de renovables que no tienen ánimo de lucro. Para realizar este análisis se han estudiado 60 parámetros para cada empresa, bajo el prisma de la responsabilidad compartida pero diferenciada. A través de esta herramienta se puede conocer el origen de las entidades, su volumen, accionistas, etc. así como aspectos relacionados con la gestión económica, como la transparencia fiscal y la distribución de beneficios o la gobernanza interna, transparencia y aspectos de género. Además, se han seleccionado una serie de indicadores específicos que visibilizan los aspectos relacionados con la comercialización de energía, como pueden ser la cantidad de energía de origen renovable que comercializa cada entidad o los residuos radiactivos emitidos.
De esta manera, las personas usuarias de la plataforma pueden conocer qué hay verdaderamente detrás de las empresas y elegir aquella más alineada con sus intereses y valores, independientemente de cuáles sean éstos. El objetivo de la plataforma es trasferir el poder de la información a la ciudadanía ofreciendo estos datos que tantas y tantas veces quedan escondidos.
La capacidad transformadora a nivel social a través de nuestro consumo es limitada y se enfrenta a muchas barreras, especialmente a la falta de cuestionamientos profundos y genuinos que intenten dirigirse a las causas de nuestros verdaderos, así llamados, problemas, que no son otros que nuestra inmadurez consciencial. Practicar un consumo con criterio es un acto que nos lleva, en muchos de los casos, menos tiempo que pensar que no hacemos nada, además de emitir una “señal” a los mercados de que, tal vez, lo que hasta ahora nos había resultado válido ahora ya no tiene sentido. (texto: Leire Iriarte. Foto: Rawpixel).