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Covid-19: las ciudades latinoamericanas buscan soluciones al desabastecimiento de alimentos

La crisis provocada por la pandemia del coronavirus está visibilizando muchas de las vulnerabilidades pre-existentes en las ciudades de Latinoamérica. Entre ellas, la fragilidad de las cadenas de distribución de alimentos, especialmente en los distritos urbanos más informales. La «desconexión» entre las zonas agrícolas productoras (sobre todo de los pequeños productores de alimentos) y los consumidores urbanos nos hace reflexionar sobre la necesidad de avanzar en la autosuficiencia alimentaria de las ciudades.

Varios municipios en América Latina han tomado medidas para mitigar las consecuencias de los cierres de empresas y negocios debido a la crisis sanitaria de la Covid-19, a la vez que intentan garantizar que las cadenas de alimentación no se rompan, especialmente el abastecimiento en los barrios más vulnerables y deprimidos.

En Quito por ejemplo, las autoridades utilizan los autobuses municipales como centros de acopio de alimentación móviles, siguiendo el ejemplo de la ciudad de Wuhan, en China, donde se cree que se originó la pandemia. La Alcaldía de la capital ecuatoriana se ha asociado con bancos de alimentos y ha hecho mapas de las áreas vulnerables para garantizar que los alimentos se distribuyan con eficiencia.

Por su parte, en Lima el suministro de víveres se vio afectado desde el principio de la crisis a causa de las restricciones de movimiento impuestas por las autoridades peruanas en las ciudades y los líderes de las comunidades rurales a los agricultores y granjeros. Existen temores de que las cadenas de suministro a la capital peruana se interrumpan si se mantienen las restricciones. Por ahora, los precios en los mercados se han mantenido estables pero las autoridades se mantienen vigilantes para evitar la especulación y el mercado negro. Además, un mercado móvil de venta al por mayor distribuye alimentos en varios distritos del área metropolitana.

En Montevideo se promueve el consumo local y los ciudadanos y organizaciones regresan a las “ollas populares”, un modelo tradicional de entrega a domicilio de frutas, verduras y otros alimentos, algunos directamente de los productores, con atención especial a las necesidades de la población vulnerable.

Este tipo de iniciativas hacen eco de la advertencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre el alto riesgo de salud de muchos ciudadanos durante la pandemia, particularmente de los 1200 millones que viven en los cinturones de miseria y otros asentamientos informales. Las respuestas de las autoridades de las ciudades de todo el mundo a la pandemia incluyen el cierre de mercados y tiendas pequeñas, lo que ha dificultado aún más la compra de alimentos para los residentes más pobres que no pueden pagar los precios de los supermercados o de los servicios de entrega domiciliaria. También ha afectado mucho a las personas que dependen de trabajos en la industria alimentaria. La agencia de la ONU ha señalado que pueden ocurrir alzas de los precios de la comida que propicien agitación civil como se observó en muchas ciudades africanas durante la crisis de alimentos de 2007-2008.

Para mitigar estos efectos colaterales de las medidas de cierre, la FAO recomienda incrementar el apoyo a los esquemas de distribución de alimentos a la población vulnerable, mejorar el acceso de todos a los víveres nutritivos y promover campañas educativas para ayudar a los ciudadanos a reducir el desperdicio de comida y la compra responsable de alimentos. Asimismo, sugiere mejorar a corto plazo el suministro de alimentos, dando como ejemplo el uso de tecnología para el mapeo de la población vulnerable y su acceso a alimentos con el objetivo de desarrollar programas más eficientes.

La FAO destaca también que si bien las tiendas de alimentos se clasifican como servicios esenciales, se deben establecer estrategias para permitir que los mercados se mantengan abiertos y que las cadenas de alimentos se tipifiquen también como esenciales de manera que los trabajadores y productores puedan continuar circulando con apego estricto a las regulaciones de salud.

¿Qué lecciones se aprenderán una vez que quede atrás lo peor de la crisis? Según la FAO, la pandemia ha expuesto varias fallas profundas y graves de los sistemas urbanos de alimentos, por lo que propone implementar varias mejoras para garantizar que las ciudades estén mejor preparadas para la potencial crisis de salud próxima.

Un ejemplo, que además respondería a las preocupaciones ambientales, es la promoción de los proveedores locales de alimentos. La pandemia ha hecho más difícil acudir en busca de alimentos a las fuentes internacionales, dando a los proveedores locales la oportunidad de coordinarse mejor y llenar los huecos generados en la distribución de alimentos, haciendo así más resilientes a las ciudades.

Otra recomendación es mantener iniciativas tales como los centros de acopio de alimentos -que podrían tener la ventaja adicional de reducir la congestión y las emisiones de carbón-, y analizar la manera de impulsar el comercio virtual para facilitar el acceso de todos a la comida. La FAO confía en que con medidas de este tipo la pandemia de COVID-19 se convierta en catalizador de una transformación positiva de la forma en que se gestionan los sistemas de salud en las áreas urbanas (Fuente y foto: ONU, FAO y Unicef).

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