A la vista de las inundaciones ocurridas, sobre todo, en la Horta Sud a las afueras de la ciudad de Valencia a finales de octubre de 2024, además de la imprescindible ayuda física a los que han sufrido pérdidas tanto personales como materiales, debe de haber otro tipo de ayudas para evitar que tragedias como las vividas aquellos días se repitan en el futuro especialmente en áreas de clima similar.
Sirva este articulo como coadyuvante para hacer pasar a la acción a los verdaderos expertos en la forma cómo se encara aquí el problema y sensibilizar a las autoridades para incorporar las conclusiones de sus trabajos a cualquier decisión de orden territorial.
Si ponemos por delante el valor de la vida humana y de aquellas posesiones básicas que la hacen posible con criterios del siglo XXI, aunque sea por una sola vez, en Ciudad Sostenible deberemos hablar de Territorio Sostenible.
No es admisible que se siga exponiendo a peligros letales a las personas y que, asentadas en ubicaciones cíclicamente sometidas a las acometidas brutales de ciertos episodios meteorológicos, no se encuentre la solución definitiva para ello. La ubicación de determinados asentamientos urbanos impide su autodefensa frente a fenómenos como los acontecidos de la misma manera que tampoco pueden abastecerse de agua o alimentos por sí mismos.
No hace falta insistir en la definición de clima mediterráneo, caracterizado por unas sequías prolongadas alternadas con episodios de lluvia torrenciales como los acaecidos recientemente. Del cambio climático sólo cabe esperar la agudización del fenómeno con episodios de lluvia que no permiten su normal aprovechamiento y consecuencias dramáticas por, la cada vez mayor, temperatura del agua del mar en verano y otoño. No vamos a impedir la formación de las DANAs o fenómenos similares probablemente cada vez más frecuentes pero sí que podemos estar mejor preparados para afrontarlas si entendemos el problema.
En primer lugar afrontar una DANA, en nuestro caso, no debería ser más que tener preparado el territorio para su buen drenaje superficial desde el punto de descarga hasta el mar. Un primer condicionante es no saber exactamente cuál va a ser el punto de descarga especialmente cuando las cuencas de recogida de aguas son muy grandes como es el caso.
Un segundo condicionante es la gran distancia que pueda haber entre los dos extremos del mecanismo de drenaje y, normalmente, con los cauces secos. Ello suele comportar que no siempre se atienda de la manera debida la necesidad de evacuar ordenadamente el agua circulante por una percepción errónea de la problemática o una percepción cíclica, a base de desastres, de cadencia demasiado laxa.
Como cualquier otro sistema natural, el drenaje busca la máxima eficiencia en el ejercicio de su función y lo consigue como el resto de los mecanismos naturales de cualquier condición o escala desde la estructura microscópica de un copo de nieve hasta el movimiento de las galaxias. Cualquier elemento o mecanismo naturales se rigen por Geometrías Fractales y estas tienen unas características y unas leyes inexorables que son las mismas para todas ellas y que permiten entender el patrón de funcionamiento en cada caso concreto.
Parece ser que, en la naturaleza, nada escapa a la geometría fractal y los Fractales se caracterizan por una estructura que repite una misma pauta de crecimiento sea cual sea el lugar de análisis que en él se realice y regido por la Ley de Potencias (aquí de imposible explicación).
La repetición de una misma pauta de crecimiento o funcionamiento es el principal componente de la gran eficiencia de los Fractales. Así mismo, de la Ley de Potencias, se deriva que muchas de estas estructuras son asimétricas con un extremo denominado Troncal que siempre es único y otro extremo llamado Capilar formado por multitud de pequeños elementos y todos destinados a una misma finalidad pero con características de funcionamiento distintas.
Así, en la zona Troncal (cualquiera que sea) la actividad se desarrolla a una gran velocidad mientras que en la zona Capilar se desarrolla a velocidades mucho menores. Esto queda muy claro cuando el Fractal debe realizar un transporte, a menudo de un líquido (agua, sangre, savia…).
Por ejemplo, el aparato circulatorio del cuerpo humano es un Fractal (o dos, según se mire, el de ida y el de vuelta) y la velocidad de la sangre en la arteria Aorta (Troncal) es centenares de veces mayor que la velocidad por los vasos capilares y lo mismo, en sentido inverso, en la vuelta al corazón.
Podremos convenir que hacerse un corte en un dedo tiene una solución fácil y segura pero hacerlo en la Aorta nos pone la vida en riesgo. ¿Cuánto más debería trabajar el corazón si este sistema de riego sanguíneo no fuera eficiente al máximo? Por esta razón, si hay que intervenir en un Fractal, cualquiera que sea, siempre hay que hacerlo en la zona capilar y nunca en la zona troncal so pena de correr riesgos a veces muy graves.
También hay obras antrópicas que responden a pautas fractales o, al menos, lo intentan como el funcionamiento de las bolsas de valores o la red viaria para la circulación de vehículos. En este último caso, la zona capilar pueden ser los entornos urbanos y la zona troncal las autopistas. Se debe hacer notar que antes de que se reglase la teoría de los fractales (a medianos de los años 70 del siglo XX) a las autopistas ya no podían acceder vehículos que no pudieran desarrollar más de 60 Km/h (ciclomotores y otros), tenían sus laterales rigurosamente protegidos de cualquier intromisión y estaban prohibidos los cruces a nivel, es decir, intuitivamente ya se debía garantizar un funcionamiento a gran velocidad sin ningún tipo de interferencias so pena de perder eficiencia.
Cuando, necesariamente, hay que intervenir en el sistema por cruces con personas u otras formas de movilidad es evidente que en la zona capilar (en calles urbanas, por ejemplo) se hace de forma más tranquila y segura y hacerlo fuera de este ámbito significa empezar a correr riesgos, a menudo, innecesarios.
Si sabemos que el drenaje superficial de un territorio es un fractal, que todos los fractales se rigen por las mismas leyes y conocemos los riesgos y consecuencias de ignorarlo parece lógico que haya un cambio de criterio a la hora de afrontar los grandes aguaceros cíclicos que sufrimos a tenor de lo sucedido tanto ahora como en el pasado reciente. El cambio debiera responder, en primer lugar, a la asunción y respeto de la lógica fractal pero sin dejar de atender a la situación existente, en el caso que nos ocupa contradictoria con lo anterior, con soluciones económicas y eficientes.
No deben pensar en la Horta Sud que son los únicos ni los primeros en afrontar el tema de las riadas catastróficas. Hay casos históricos en ambos sentidos que ilustran a las claras cómo afrontar el problema o las consecuencias de ignorarlo.
En la costa noreste de Barcelona en la comarca de El Maresme, con el mismo régimen climático que la Horta Sud y donde a los cursos hidráulicos intermitentes se denominan rieras, existe la Riera de Sobirans o de Arenys que cruza los términos municipales primero de Arenys de Munt y, después, el de Arenys de Mar, ya en la costa.
No es la riera más grande de la comarca. Hay, al menos dos (la Riera de Argentona y la Riera de Pineda), con una cuenca mayor pero sin el protagonismo urbano histórico de la primera ni su, también histórico, carácter peligroso por no decir asesino. Hay que decir que el carácter peligroso se agudiza por ser la columna vertebral de los cascos urbanos de las dos poblaciones anteriormente mencionadas y que es peligrosa de forma, relativamente, reciente porque no hay referencias históricas que avalen lo contrario.
Es, a caballo de los siglos XVIII y XIX, que gran parte de los terratenientes de la cuenca superior llegan a la conclusión de que es mucho más rentable el cultivo de la viña que la gestión de bosques de encinas, algarrobos, higueras, etc., propios del lugar, con lo que se deforestan grandes superficies y el efecto es inmediato.
La viña no retiene ni agua ni tierras como lo hacían los bosques anteriores y lo que eran avenidas contenidas pasan a ser riadas incontrolables no sólo de aguas sino también de tierras. Estas tierras arrastradas acaban depositadas en el cauce principal variando tanto sus rasantes que ha dejado parte del entramado viario adyacente del casco urbano de Arenys de Munt por debajo de su cota y, durante dos siglos, fue necesario proteger estos espacios de inundaciones sistemáticas.
En Arenys de Mar las necesidades hidráulicas acabaron creando un espacio público de una anchura desproporcionada para el tamaño de la población sólo comparable al Passeig de Gràcia de Barcelona. Setenta años más tarde la filoxera acabaría con toda la viña pero la riera seguiría arrastrando todo a su paso. Hasta hace poco las últimas víctimas fueron los coches de los turistas de Arenys de Mar que, aunque avisados del peligro, se negaban a retirar sus vehículos del cauce de la riera porque en Arenys de Mar, en aquel momento, no llovía con el consiguiente resultado esperable.
La Riera de Sobirans o de Arenys es un caso de manual de las consecuencias perjudiciales de actuaciones insensatas en la zona capilar de un fractal que se ponen de manifiesto, sobretodo, en su zona troncal en un caso de menor escala, pero con efectos parecidos, al de la Horta Sud de Valencia. Hoy la viña han sido sustituida por bosques (¿espontáneos?) de pinos y urbanizaciones, la riera ha sido canalizada a su paso por ambos tramos urbanos y, aguas arriba del casco urbano de Arenys de Munt, protegida por una laguna de laminación que permite regular el caudal a enviar a las canalizaciones urbanas que, de otra manera, serían claramente insuficientes. Nótese que, en este caso, ni el cambio climático se había puesto en marcha ni tampoco una revolución industrial que acabaría por llegar a la población sino que la simple codicia humana que no quiere ver más allá de sus bolsillos es la que provoca el problema.
Otro caso histórico de interés, aunque en otro contexto geográfico y climático, es la ciudadela (o lo que sea que fuera) de Machu Picchu en los andes peruanos. A pesar de la gran altura en la que se asienta parece que estaba expuesta a inundaciones. Los incas encontraron la solución en la construcción de bancales a lo largo de las pendientes aguas arriba, drenantes y permitiendo la agricultura en ellos, incluso a kilómetros de distancia. Hace siglos los incas dieron una lección de cómo transformar aguas potencialmente peligrosas o perjudiciales en aguas perfectamente benefactoras que, una vez recogidas ordenadamente, permitieron el uso directo a las personas, el saneamiento colectivo y la práctica de la agricultura. A pesar de los siglos de abandono sus mecanismos hidráulicos aún están en funcionamiento.
Tanto desde un punto vista estrictamente científico como desde una práctica más intuitiva se pueden entrever soluciones que se podrían calificar como Sistemas Pasivos (a similitud de los mismos sistemas en argot energético); es decir, económicos y eficientes y con efectos colaterales beneficiosos especialmente por que permitirían colocar gran parte del agua de lluvia allá donde interesa que no es otro lugar que el subsuelo.
Fijando buena parte de la pluviometría en el punto de caída, reducimos los caudales aguas abajo y los consiguientes daños y almacenamos agua para los tiempos de sequía. Reforestación, gestión del bosque, bancales drenantes, pozos a la capa freática, práctica de la agricultura, lagunas o depósitos de laminación y tantas otras soluciones que la ingeniería ha de tener en su haber no parecen conceptos extraños a un País Valencià que ya ha demostrado gran capacidad para la gestión de un recurso tan esquivo en la zona como es el agua. Ahora hay que aprender a domesticarla cuando llega desordenadamente.
Las soluciones urbanas, es decir, en la zona troncal del fractal, sólo sirven para sacarnos el agua y sus peligros de encima, tanto la acumulada como la caída in situ pero, también, para perderla irremediablemente en un lugar donde escasea y, muy probablemente, mucho más en un futuro no lejano.
No debemos andar tan equivocados al proponer este tipo de soluciones cuando el domingo 5/11/24 en el diario El País Miguel Ángel Medina ya recogía ejemplos a seguir de ciudades como Nueva Orleans o Rotterdam en la misma línea aunque la problemática no sea exactamente la misma.
Tenemos los conocimientos suficientes, los ejemplos a seguir o a rechazar y, ahora, el respaldo científico para llevar a cabo unas buenas prácticas que nos libren de un peligro cíclico que va a agudizar sus ciclos y captar y almacenar de forma óptima el recurso, normalmente, escaso del agua. Si añadimos los nuevos conocimientos y las posibilidades de detección temprana del fenómeno (ahora sabemos que las DANAs también responden a pautas fractales) y una gran capacidad para dar la alarma temprana a la población deberemos convenir que el riesgo se minimiza tanto para personas como para bienes materiales y tanto en entornos urbanos como no urbanos.
Así pues, entendemos que el desastre de estos días, fundamentalmente, urbano se combate con soluciones, fundamentalmente, territoriales. Si ha de haber inversiones en la resolución del problema proponemos que se tengan en cuenta las soluciones aquí apuntadas con el refrendo inexcusable del mundo científico.
Autor: Lluís Grau i Molist. Arquitecto.