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¿Un “efecto Guggenheim” en Oslo?

En el mes de octubre Oslo inaugurará un nuevo museo que la ciudad ha esperado durante mucho tiempo. Se trata de un edificio destinado a albergar la colección más importante del pintor Edvard Munch reunida hasta hoy. Aunque el nombre de Munch quizás no resuene con la misma intensidad que el de Picasso, Miró o Kandinsky, cualquier amante de la pintura –incluso a nivel de mero aficionado– ha podido contemplar ‘El grito’ en alguna ocasión. Este angustiante cuadro, pintado en 1893, ha transcendido fronteras y todo tipo de ámbitos para pasar a formar parte de la cultura universal  a lo largo del siglo XX.

El museo estará situado en el frente marítimo de la capital noruega y se ha diseñado a medida para que El grito y  toda la obra de Munch, con miles de piezas pictóricas, brille al máximo. Se ha encargado de ello el prestigioso estudio Herreros de Madrid, buscando, además de la funcionalidad, una presencia claramente icónica. El edificio tiene una estructura muy vertical, no demasiado habitual para un museo, y su parte superior se inclina hacia el agua en un ángulo de casi 45 grados. Esto, junto a los materiales y colores escogidos, le otorga una presencia singular y majestuosa que sin duda no le hará pasar desapercibido.

Vecinos ilustres

La elección del lugar está muy pensada. El museo tiene vecinos ilustres, otros dos edificios icónicos de gran atractivo: la ópera de Oslo y la biblioteca pública Deichman Bjørvika. Además, esta misma área portuaria se ha ido convirtiendo en otro museo, concretamente en una galería al aire libre de la mejor arquitectura contemporánea noruega. El Museo dedicado a Munch, por su forma y ubicación se erigirá, de hecho se erige ya, en una figura dominante.

 

La Ópera de Oslo es hoy por mérito propio uno de los  edificios más admirados de Escandinavia y posiblemente del mundo y ha suscitado un efecto que recuerda el que en los años 60 causó la Ópera de Sidney. Algo parecido está ocurriendo con la biblioteca Deichman Bjørvika, que ha sido reconocida en 2021 como la mejor nueva biblioteca pública del mundo. ¿Qué ocurrirá con el nuevo museo dedicado a Edvard Munch? Todo hace pensar que este cluster de excelencia arquitectónica en el que se inscribe generará también un flujo continuo de visitantes.

Existe un fuerte debate sobre las interrelaciones entre arquitectura y urbanismo y, en concreto, sobre la fuerza de la primera para transformar las ciudades. Un punto de inflexión en esta antigua discusión se produjo en 1997 cuando se inauguró el museo Guggenheim de Bilbao, una antena del de Nueva York. Desde entonces se habla del ‘efecto Guggenheim’ para describir el impacto de un edificio en la regeneración urbana y de su capacidad de provocar una especie de circulo virtuoso que no solo resulta en un cambio estético, sino que llega a alterar, en positivo, la percepción sobre la propia ciudad por parte de sus habitantes y de los visitantes.

Este curioso fenomeno se ha intentado copiar por doquier y no siempre se ha logrado obtener los efectos deseados. También ha sido objeto de estudio. Sin ir más lejos, en 2016, dentro del Primer Congreso Iberomericano de Historia Urbana, se presentó el documento Réplicas del “efecto Bilbao” que versa sobre esta cuestión. Un factor común de estas réplicas es que las realizaciones arquitectónicas transformadoras suelen tener que ver con la cultura y, más particularmente, con el arte.

 

El nuevo museo de Munch se ha diseñado para ser un ágora, un edificio accesible para todos y a la vez ha sido concebido con el máximo rigor para una institución cultural. ¿Un delicado equilibrio? Hoy la ópera de Oslo ha dejado de ser solamente un templo para melómanos para convertirse en una atracción turística de masas por sí misma y lo mismo podría suceder con la nueva biblioteca. Sus gestores han decidido, no sin riesgo, abrirla a los visitantes.

Esto plantea sin duda un segundo debate en torno a la influencia del caracter icónico de estos edificios en su capacidad de mantener su misión esencial. Algo que no afecta directamente al urbanismo, pero sí a la vida de la ciudad.

 


Texto: Albert Punsola

Fotos: Museo Munch/Guttorm Stilen Johansen y Estudio Herreros/Adriá Goula


 

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