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Opinión/ Valencia, la ciudad con una misión climática de miras globales

La innovación, presente desde hace siglos en la humanidad, mira ahora en una dirección concreta aspirando a transformar las urbes con un triple impacto social, medioambiental y económico. En 2020, la ciudad de València se situó a la vanguardia aprobando con amplio consenso social y político su marco estratégico de innovación Missions Valencia 2030 que lanza misiones para la innovación que mejoran la vida de las personas. Ahora, casi dos años después, la ciudad quiere convertirse en locomotora optando a formar parte de uno de los principales objetivos europeos: conseguir 100 ciudades neutras en huella de carbono antes 2030.

Los beneficios asociados a la descarbonización de las ciudades son obvios. Más salud en la sociedad. Menos atascos y ruidos. Con una menor contaminación, más espacios naturales disponibles y estudios que nos lleven a comprender cómo podemos (si no revertir) sí al menos estabilizar la situación en que nos encontramos en este momento.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y las Missions puestas en marcha por la Unión Europea han abierto el camino (y los ojos) a gran parte de la sociedad civil, la empresa privada y el sector académico en la capital del Turia. Y han desembocado en numerosos proyectos cuya conexión global comienza a ser visible de manera evidente por toda la ciudadanía.

Una urbe con más carriles bici. Enfocada al emprendimiento social. Con nuevos parques. Cuyo centro se peatonaliza. Con estudios cruzados de datos que permiten tomar mejores decisiones desde el consistorio. Un consenso político cercano al 95 por cien. Sectores diversos alineados en innovaciones propuestas desde la Administración. Y con voz para colectivos habitualmente excluidos del diálogo como niños o personas en riesgo de exclusión social.

Pese a una mejora planetaria del bienestar y una sensación constante de progreso desde la Revolución Industrial hasta finales del siglo XX, la realidad es que se van a cumplir 50 años de los inicios de los movimientos ecologistas en los países occidentales, donde numerosas publicaciones y asociaciones comenzaron a evidenciar la huella (negativa y permanente) que el ser humano estaba estableciendo en la Tierra.

Los coches y las motos tienden ya en sus planes presentes y futuros hacia la electrificación total. Muchas compañías compensan su huella de carbono con acciones como la plantación de árboles. Los nuevos edificios buscan la máxima eficiencia energética aprovechando los recursos procedentes de la luz solar o de materiales sostenibles. Numerosas startups salen al mercado con ideas basadas en la mejora de productos y servicios fomentando la economía circular. Sectores todos ellos ya inmersos en procesos de transformación en Valencia y sus alrededores.

Pero, por encima de todo, el crecimiento (si puede usarse esta palabra, puesto que ya se está acuñando desde diversos sectores el término de decrecimiento sostenible) está enfocado por primera vez en la historia de la humanidad hacia la ecología, aunando esfuerzos hacia la posibilidad de que junto a la economía vayan de la mano por primera vez desde la invención de la máquina de vapor.

Todo influye hoy día. Incluso las decisiones individuales. Pero mantenemos la esperanza de haber llegado a tiempo. O, al menos, de ser plenamente conscientes de lo que debemos hacer para generar el triple impacto que nos permita seguir disfrutando de nuestro planeta durante los próximos siglos. U, ojalá, milenios. Porque no cabe duda que el futuro es una misión compartida.


Autor: Fermín Cerezo Peco, Jefe de Servicio de Innovación del Ayuntamiento de València


 

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